Ya he decidido. Voy a utilizar
estas líneas para confesar mi secreto que, de hecho, me gustaría ocultar. El
poeta Fernando Pessoa dijo una vez que no conocía a nadie que tuviera el valor
de confesar una infamia, pero yo quiero tener ese coraje. Antes de contar mi
secreto, quiero invitarte a reflexionar un poco sobre la vida.
Una vez tuve que permanecer
en un hospital a causa de una cirugía. Todo se quedo bien, le doy gracias a
Dios, pero tuvo que permanecer en el hospital durante ocho días sin poder casi
nunca ven la luz del sol o caminar libremente. Cuando me fui de ese lugar, sin
embargo, experimenté sentimientos que jamás hubiera sentido: el placer de estar
al aire libre bajo el sol, la deliciosa sensación de caminar por las calles de
mi ciudad, la alegría de tomar una ducha.
Por lo tanto, uno podría
preguntarse: "¿Quieres decir que nunca había estado en el sol, o caminado
por la calle o se bañado antes de ser admitido a este hospital? Tiene sentido
que necesitabas hospitalización ... "- y una sonrisa en su rostro. Pero
no, no es una cuestión de falta de higiene o algo así. El caso es: por supuesto
que ya había hecho todo aquello. Pero no de la manera que lo hizo después de
los ocho días de clausura entre las frías paredes del hospital. Permítame
explicar.
Seguro que has oído a
alguien decir: "Nosotros sólo damos valor a las cosas cuando se las pierdemos."
Estoy de acuerdo. Antes de aquellos ocho días yo nunca había pensado como es
agradable simplemente estar bajo el sol, hasta el momento en que eso fue tomado
de mí. A la hora de bañarme, debido a la cirugía, no podía levantarme de la
cama. ¡Cuán preciosa se convirtió, en ese momento, una simple ducha! ¿Y a cerca
de las caminadas? Ah, eso era lo que más deseaba...
Cambiando um poco el tema,
creo que está la hora de decirte el secreto que prometí al principio de este
texto. Lo prometido es deuda, así que aquí va: A mi, en la edad adulta, me
gusta jugar a soplar burbujas de jabón en mi tiempo libre. Sí, lo confieso, y
no puedo ocultar que siento un poco de vergüenza, mientras escribo estas
palabras... Y sí, es cosa de niños. Puedes reírte. Pero cuando veo surgir la
burbujas, tan coloridas y hermosas, ellas me recuerdan a la ducha y el caminar al
sol...
Estas cosas tan simples y
comunes – duchas y caminadas – son como soplar burbujas, que aparecen en un
momento en el aire y luego desaparecen. Tenemos la tendencia a valorar sólo
aquellos "momentos especiales", olvidando estar agradecidos por los
momentos que se repiten todos los días, pero son esenciales. Puedes recordar
con gratitud el día en que te incorporaste a la Universidad, o de tu día de la
boda, o incluso el nacimiento de tu primer hijo. Y eso es genial. Sin embargo,
debes aprovechar tu día, aunque nada extraordinario sucede. Este día
"normal" que ahora estamos viviendo, está hecho de tiempo, el mismo
material que nuestra vida se hace.
Me gusta mucho hacer
burbujas. Sobre todo cuando algunos niños vienen a jugar. Cuanto más se
regocijan, hago más burbujas. La alegría que transmiten em este juego es una
gran lección para mí: nunca me quiero perder ni un minuto, aunque efímero y
trivial, sin tratarlo como el mejor momento de mi vida. Al final, estoy seguro
de que la Vida va a crear más burbujas para que yo pueda jugar.
(Texto
publicado originalmente en el periódico Diário do sudoeste da Bahia).
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